Luego la Dra. María del Carmen me remite con el Dr. Yordanis Fernández Cruz para ser valorada de nuevo por mi catarata en ambos ojos, la que fue diagnosticada por la Dra. Matilde Landín Sorí hace algunos años.
Saqué mi turno para el Doctor, hice mi colita y ya en consulta me corroboró que coincidía con el criterio médico mencionado y salí con mis indicaciones de medición del lente, el que felizmente había, me llevé mi solicitud de chequeo preoperatorio y todo fue fluyendo durante varios días. Luego me dio turno para operarme el 7 de marzo del ojo derecho, día que mi madre hubiera cumplido años.
Los días eran muy calurosos y las alergias me provocan tos, estornudos..., y ¿saben qué?, recién operada de catarata me estaba vedado realizar esos esfuerzos. Por tal motivo antes de la fecha hice algunas modificaciones en mi vida, ensayé a dormir un poco incorporada, usé de nuevo el nasobuco en casa y buenas amistades me ayudaron con antihistamínicos de los que no podía abusar por ciertas razones, me hicieron llegar caramelos para la tos, y algo muy importante: me dieron mucho ánimo y confianza en que todo iba a salir bien.
El día tan esperado fui atendida como todos los que allí esperaban, con una amabilidad infinita e inolvidable, desde la enfermera que toma la presión, hasta quien ayuda a cambiarte de ropa y todo lo necesario.
En ese salón de operaciones impecable del Centro Oftalmológico del hospital universitario Manuel Ascunce Domenech, inaugurado el 5 de diciembre de 2006, donde la ética médica no permite otra cosa que la pulcritud, el silencio, la organización, la amabilidad, me sentí segura y acompañada por ese equipo liderado por su capitán, el Dr. Yordanis.
Al día siguiente, con mi ojo tapado, asistí a aquella consulta llena de entusiasmo y, a la vez, algo frágil, no podía moverme sola, ni sentarme sola, ni, ni, ni..., pero cuando la enfermera me quitó la venda e hizo los procederes necesarios sentí la sensación de nacer de nuevo con mi lente intraocular, aunque no se crean que recuerdo el día de mi nacimiento, ¡qué blanco veía lo blanco, tan blanco! (y repito a propósito) y con tanta brillantez que llegaba a molestarme. Fui revisada y todo en orden, y si no hubiera sido porque al regreso no pude venir para mi edificio y mi piso once por el intruso apagón del momento y tuve que seguir para casa de mi hermano hasta bien entrada la tarde, diría que todo me fue perfecto.
Siguieron las buenas noticias del ojo derecho y llegó la hora de poner fecha al segundo ojo, sería el 13 de mayo, día no muy favorecido por la opinión popular; sin embargo, el 13 era el número predilecto de mi madre, ella otra vez, y así me estoy declarando como un ser supersticioso. Se repitió la rutina de consulta, mientras lo del apagón no fue igual, sino que se adelantó y tuve que bajar bien temprano las escaleras con mi ojo izquierdo tapado y con mucho cuidado. El resultado muy bueno igual que el anterior y lo mismo, solo el apagón, como el miércoles, atravesado.
Se sucedieron las consultas, las refracciones y todo en su lugar, gracias a mi médico, como decimos los cubanos, y a sus manos bendecidas. Gracias a él supe que mi toalla que vi color marrón por mucho tiempo es morada, que la mariposa que mi sobri Rafe me regaló para adornar el refrigerador no era verde sino azul, también que mi pullover sin estrenar por ser naranja rechinante es rosado y ya me lo puse y así...
Antes de operarme el ojo izquierdo me reía porque me tapaba uno y otro y veía las cosas de colores diferentes, era como ciencia ficción. En un espacio televisivo veía la ropa de Shakira verde con el ojo no operado y azul con el operado. También comprendimos, mi hijo Orielito y yo la razón por la cual entrábamos en contradicción por el color de ciertas cosas.
Todo eso fue hasta divertido, pero como siempre hay un pero, llegó la hora de la verdad, esa que se nos pone delante y no queremos ver. Después de recuperar la visión del ojo derecho, solo de ese, me miré al espejo, ay Dios!, ¿esa era yo?, la mismísima, y quizá quien me lea se pregunte, ¿y qué sucedió?, pues le respondo: Encontré hasta la más pequeña de mis arrugas y de mis manchas..., no fue fácil esa realidad, menos después al ver con los dos.
Otro problemita radica en que veo hasta la más pequeña churrecita, cualquier bichito,y hasta lo que me imagino, dice mi hijo que busco demasiadas cosas...
Sabía en qué consistía la catarata, mas no que podía ser como la mía, color marrón, lo supe por la amabilidad de mi médico que la recuperó, otra vez mi médico, sí porque es mío, fue algo increíble, no sé cómo veía. Conocí por una amiga que la de ella era amarilla.
Resulta que me mandan espejuelos para ver de cerca, y claro, de mediano alcance para la computadora, y no porque sea testaruda no los he comprado, es que leo todo sin problemas, al menos, no los encuentro, me refiero a los problemas, y ya serán ocho los meses de descanso de esa "cosa" en la nariz. Veremos hasta cuándo disfruto de esta bondad que me ha dado la vida a mis 70 años, luego de 30 con los fastidiosos anteojos.
Me refiero a estos por la relación con el suceso, si escribiera de otras especialidades igual el listado sería enorme.
Gracias al capitán de ese equipo de Oftalmología que me tocó, gracias a los otros y a los más actuales, gracias a Marelis, a las enfermeras, a todos, gracias a ellos los veo a la perfección tanto por fuera como por dentro..., y créanme todos son bellos!!!!
El Dr. Yordanys cuando participaba en una Jornada Científica.
Ahí les dejo constancia gráfica del color marrón de mi catarata del ojo izquierdo, es lo redondito. Algunos la han observado con recelo porque no les gusta y otros no. Espero que la vean como algo curioso.