domingo, 31 de mayo de 2015

Como a una cucaracha



El propósito de hoy es un testimonio, más bien, mi testimonio en el
Día Mundial Sin Fumar. A quienes me conocieron después de 1976 les cuento y no lo creen. Me refiero al nocivo acto de fumar. Cuando les digo que fumé poco tiempo, aunque con intensidad, dicen: “No lo parece”, “no tienes tipo de fumadora”, o sencillamente otros se alarman y comentan: “¿Tú, que eres tan alérgica?, ¿cómo pudiste?
Pues sí, en mi juventud, en un período de Escuela al Campo algunas de mis amigas fumaban y me dieron a probar. La primera vez confieso que me ahogué con aquel Popular y hasta mi mareíto me dio. Luego, con tal o más cual excusa continué “probando” y me gustó.

viernes, 29 de mayo de 2015

¿Qué dijo?


Tomado de: https://lagranortografia.com/2016/02/29/quitando-muletillas/


Recuerdo desde muy pequeña que conocí a varias personas nacidas en España y llegaron a Cuba siendo unos niños. Me llamaba la atención cómo el paso de los años nunca les quitó la zeta en su pronunciación. Lo mismo me ocurría con unos vecinos oriundos de China, ellos hablaban el español, mas con un acento diferente.

También rememoro algunos pasajes en que le hacía un comentario a mi padre y le agregaba: ¿tú me entiendes? Él con mucha agilidad me respondía: “No soy tan bruto”. Ya sabía que no podía repetir aquello.
¿Qué me sucede ahora? Escucho a tal o más cual artista que va por un tiempo a otro país y sale por la Televisión Nacional y no parece cubano. Comprendo que a la hora de grabar novelas, películas..., tengan que asumir el modo del sitio donde se encuentran, pero ¿a su regreso?, ¿y los músicos que se supone deban cantar y sonar sus instrumentos como puros cubanos? Ellos también hablan diferente y con unas muletillas que para qué.
Era muy normal por aquí escuchar frases como estas: “No me queda otro remedio”; “Poco a poco resolveremos”; “¡Oh, mi Dios!”; “Vamos a celebrar el cumpleaños de Fulano”; en fin.
Ahora resulta que día a día tropiezo con estas, que creo quieren decir lo mismo, aunque no pocas veces me pregunto: ¿qué dice?, porque no me ilustran nada. Les comento algunas: “No me queda de otra...” y me pregunto para mí: ¿de otra qué?; también: “De a poco...”, hasta en los medios de difusión y me digo: ¿qué quiere expresar?. “Luego tendremos el pica-cake”. Hay quienes vienen después de un mes a lo sumo de visita al exterior y no ha aprendido una sola palabra en inglés, pero es seguro que te conversan tres palabras y a la cuarta te dejan caer aquello de: “¡Oh, my God!”.
Hace poco recibí un mensaje y mi amigo me decía: “Estaré al pendiente”. ¡Qué fea encontré esa expresión, tan fácil que sería asegurar:”Estaré pendiente”.
Antes que alguien me juzgue doy por sentado que las nuevas tecnologías se imponen. Internet con sus redes sociales cada vez nos acercan más a mundos desconocidos; pero, en mi modesto criterio, también nos alejan de nuestra identidad si no la tenemos bien clara y la defendemos.

domingo, 10 de mayo de 2015

Mi primer tesoro



                                               Algún deseo le pedía Grétel al Caballero de París.

 

Estoy segura de que mi madre, dondequiera que esté sabrá perdonarme que hoy, su Día, se lo dedique a Grétel, esa que he dicho en otras ocasiones entró a nuestro hogar como si llevara el Sol encima. Y no miento. Mi hermano y Digna, su mamá, nos dieron a esa niña el 19 de octubre de 1983. Me parece mentira, hace ya 31 años.
Cuando supe de ese embarazo me lo cogí para mí como decimos en buen cubano. Soñaba con esa bebita y no miento si digo que nació ¡bella! Una recién nacida que parecía pintada o hecha a mano, con unas facciones muy bien definidas, las cejas lindas, los ojos lindos. Al menos para todos nosotros, incluyo a mis padres, era la niña perfecta.
Fueron pasando los días y me creí que Grétel era mía, lo creía de veras. Si enfermaba yo no dormía, si lloraba me despertaba, como le sucede a una madre. Así fue pasando el tiempo, vivíamos juntos todos, como “tres en un zapato”, y cuando tuve la posibilidad de tener mi casa la traje conmigo.
Salíamos a cualquier parte y Grétel era nuestra relacionista pública. Se paraba, hacía amistades y venía y nos las presentaba, parecía una persona mayor. Si comíamos en un restaurante se nos adelantaba y le decía a las personas antes de comenzar: ¿Gustan? Si la llevábamos a un cumpleaños no entraba en la piñata para cuidarse la ropa y los zapatos. Era y es, por supuesto, un encanto.

sábado, 2 de mayo de 2015

¿Frustración?, no



                                                   Función de fin de curso en el teatro.

Hace días le doy vueltas a este asunto de cambiar en alguito mi perfil de este blog, pero quienes han tenido la gentileza de interesarse y leerlo merecen una aclaración.
Resulta que con apenas siete años comencé mis estudios de ballet, con esa queridísima y recordada Profesora Vicentina de la Torre. La idea fue de mi padre, él era amante de la Cultura toda, por supuesto, la que a su modo de ver era la mejor. Mi madre no estaba muy convencida de que fuese una buena idea, tenía un poco de prejuicios al respecto, en los que mi padre nunca creyó.
Gracias a que, imagino, se pusieron de acuerdo comencé mis clases. Empecé una nueva vida, linda sí, trabajosa a la vez. Llevaba, como todas las niñas que compartían conmigo, una doble carga. Los estudios, más esa cansable dosis de clases y ensayos, de los cuales una vez leí que un bailarín gastaba la misma energía que un cargador de vigas de acero durante ochos horas, ¿se imaginan?