Las dos cosas. Conocí a este hombre, para mí y otros, fuera de liga, allá por el 1982. Primero por cuestiones de mi trabajo en el Centro Provincial de Higiene y Epidemiología, en el entonces departamento de Educación para la Salud, época de mi vida que a veces paso por alto, no por ingratitud, sino porque solo fue por un año.Y digo así, solo fue por un año; sin embargo, me proporcionó la dicha de conocer para siempre al Dr. Manuel Oliva Palomino, un pediatra a respetar y un amigo, y aunque es de los que trato de Usted, es de los entrañables.
Cuando me inicié en la atención del sector de la Salud, a finales de 1984 o inicios del ’85, Oliva se convirtió en mi Profe particular y aún lo es, pese a sus casi 80 años.
Tuvo a su cargo el Programa de Atención Materno Infantil (PAMI) a nivel provincial, sin dejar a un lado su asistencia médica.
Es por eso que el saber del Profesor Oliva sirvió a Grétel: Mi primer tesoro; Orielito: Mi razón, y mis cuatro sobrinos restantes, sin contar hijos de familiares y amigos. Y hay algo más. Ante una duda relacionada con la Medicina lo llamo y le pregunto. Nunca me ha dejado sin una certera respuesta. No sé cómo, pero tiene una opinión para todo. No exagero.
Admiro a este hombre, sencillo, cordial, ocurrente y con un talento privilegiado. Lo tengo presente cada 16 de diciembre, Día de su cumple; los terceros domingos de junio: Día de los Padres; el 3 de diciembre: Día de la Medicina Latinoamericana y todos los días.
Cuando mi hijo tenía un año de edad e identificaba todos los instrumentos musicales con mímica, Oliva fue quien se percató que solo le ponía sonido al violín y me dijo: “Ten eso presente, el violín lo destaca por encima de los otros”. Así lo hice y hoy Orielito es violinista, o sea, que en buena medida a él lo agradecemos por su fino olfato y sentido de observación.
Comparto pasajes de vida que lo hacen más grande aún y creo no se disguste por esto, pues este post lo concebí sin previo aviso. Nació en 1935 en el seno de una familia humilde, y aunque para muchos es un camagüeyano de pura cepa, vio la luz por vez primera en Manzanillo, fue el hijo mayor de un carpintero y una ama de casa, así de simple y como desafortunadamente es asmático, afortunadamente no pudo ser carpintero.
Sé que sus padres, luchadores incansables por sus cinco hijos y que no leían ni escribían bien, les repasaban de todo, hasta el inglés y cuando su mamá les corregía algo bien expresado y ellos se quejaban, ella le respondía: “Es que debes estar al equivocarte”.
Este hombre de elevada estatura y una personalidad muy especial comenzó a trabajar a los 14 años de auxiliar general en el hospital de su ciudad natal. Laboraba de siete de la noche a siete de la mañana. Allí comenzó a “chocar” con la Salud Pública.
Como él es un luchador quiso aprender laboratorio clínico en ese mismo hospital, no había escuelas para tales oficios en aquella época. Ya como laboratorista fue a Veguitas, que a la sazón pertenecía a Bayamo, año en el que alcanzó plaza, por oposición, en Topes de Collantes.
Sibanicú fue su primera incursión por el Camagüey que tanto quiere y donde tanto lo queremos. Gracias a un tío médico residente en ese sitio y que tenía su laboratorio, allí trabajó y a inicios de 1959 comenzó en el hospital antituberculoso en aquel momento, el Amalia Simoni, de esta ciudad.
Ahorita dije que Oliva era un luchador y ahora agrego que es un vencedor. A los 29 años de edad, comenzó sus estudios de Medicina en Santiago de Cuba. Él quería especializarse en Microbiología, era lo más lógico, dados sus antecedentes, mas lo hicieron cambiar el rumbo de vida. Al graduarse, el doctor Enzo Dueñas, quien era el director del hoy hospital pediátrico Eduardo Agramonte Piña, dijo: “De aquí para acá serán obstetras y de aquí para allá pediatras”. Una cañona necesaria en esos tiempos, de acuerdo con las necesidades de especialistas.
Como ser humano al fin, Oliva se enfurruñó, decía que no tenía tiempo de aprender y otros argumentos que no encontraron oídos receptivos; no obstante, entendió y cedió. Fue cuando le explicaron qué sería el PAMI. Hoy, nosotros, su pueblo, agradece esa idea, y estoy segura de que él también. Mucho ha hecho por los niños cubanos y de muchas partes de este mundo.
El propio Dr. Dueñas lo mandó a estudiar a Inglaterra en 1977 en un nivel de especialización que supera a la Maestría y que se denomina, Senior Teacher. La mitad del curso dedicado a los estudios y la otra destinada a visitar 23 países de diversos continentes, auspiciado por la Organización Mundial de la Salud, por la UNICEF.
Y como Oliva es un vencedor no se dio por vencido. Encontró un camino para vincularse a los laboratorios y fue cuando comenzó a atender a niños con leucemia y luego a los aquejados de cáncer. Por supuesto, asiste a cualquier niño enfermo.
En una ocasión fui a visitarlo a su casa y tuve que irme sin mediar palabra. Conté 16 niños con sus padres. Tenía la comida servida y tampoco podía hacerlo. Ya, por sus años y otras razones, no es así. Todos, y me incluyo, nos medimos más a la hora de molestarlo.
Oliva es un ser de carne y hueso, con problemas y vicisitudes como cualquier mortal. Se ganó un espacio importante con su esfuerzo e inteligencia. Visitó más de 33 países de Europa, Asia y América Latina, incluso como asesor de la OMS, y como internacionalista.
Él preconiza con su ejemplo la ética en su profesión, tan linda y tan difícil. Se comunica con sus niños y familiares de una manera muy especial. Para mí es un médico en toda la extensión de la palabra porque sabe hacerlo con su sabiduría y su alma, esto último puede parecer idílico, pero lo creo necesario, o mejor, imprescindible para trascender como lo ha hecho.
Oliva es todo un Pediatra, sus niños lo quieren. No por gusto integra el listado de Célebres en su espacialidad. Mi hijo muy pequeñito me decía: “Mamá, Oliva es el mejor médico del mundo”. Por el mío y por los hijos de muchos ha sacrificado horas de descanso, y sus hijos mayores —uno ingeniero y dos médicos—, sintieron su ausencia en no pocas ocasiones por el bien de los demás. Los dos más jóvenes han disfrutado más del papá que es. Este amigo tiene muchos conceptos de la vida que se tornan populares, particularidad que dice heredó de su abuela materna. Cada vez que pienso en mi jubilación, la que debe llegar y cada vez la tengo más cerca, me viene a la mente: “El jubilado es primo hermano del muerto”, entonces me quito su simpática y preocupante percepción con otra igual de él: “Lo que viene liso, no trae arrugas”.