Esta fue la primera foto de mi autoría que me atreví a publicar.
No tenía la menor idea de
escribir para este, mi blog. Mi amanecer fue como otro cualquiera y no me dio
por pensar ni en el día en que estábamos. Con los avatares cotidianos no
alcancé a recordar absolutamente algo que me motivara a sentarme en la
computadora.
Sin embargo, y como oímos
con frecuencia hubo una señal que me removió
el piso. Nuestra historia recoge al 24 de febrero de 1912 como el día en
que fue develada la estatua ecuestre de El Mayor General Ignacio Agramonte y Loynaz, ese patriota nacido en Puerto
Príncipe, después Camagüey, querido por tantas y tantas generaciones, las que exhiben
como uno de sus mayores orgullos el llamarse entre sus gentilicios: agramontinos.
Del Dr. Rafael Vilató Labrada, mi padre, escuché con extremada
emoción cómo asistió a ese hecho trascendental. Lo llevó de su mano un soldado
a las órdenes de mi abuelo. Me decía y consta en sus memorias: “Recuerdo a una señora sentada en una silla,
estaba vestida de negro y lloraba, le pregunté al ordenanza: ¿por qué llora?, y
él me respondió: ella es Amalia Simoni”.