sábado, 27 de diciembre de 2014

Gracias, Fernando

Celebraba junto al Maestro Fernando Alonso su 90 cumpleaños, en Camagüey. Guardo esta foto de Otilio Rivero Delgado, como un preciado tesoro.


Hoy 27 de diciembre es especial y triste para mí. El Maestro Fernando Alonso Rayneri, ese con quien inicié mi vida laboral con apenas 22 marzos, cumpliría 100 años y no escucharé su voz vía telefónica desde su Habana como sucedía en cada uno de sus cumple, con esa sencillez que lo caracterizaba decirme con alegría, optimismo y lucidez: “Gracias Cuqui, no sabes cuánto te lo agradezco,…”, y echábamos una conversadita.
Así lo llamaba o lo pasábamos juntos en nuestro Camagüey, este pedacito de Cuba que tanto le debe a este Maestro que hablaba a sus alumnos de pintura, música, poesía, teatro, anatomía, quinesiología, política, filosofía…
Son muchos los recuerdos. Fue mi primer director. Me enseñó qué es la disciplina laboral, siempre con su ejemplo. Me apoyó cuando decidí estudiar Periodismo por curso dirigido (para trabajadores) en Santiago de Cuba y mantuvo un dulce sí de respuesta ante cada entrevista solicitada.
Así lo recuerdo, como un caballero, con gestos elegantes, cuerpo atlético, lenguaje perfecto, irradiando inteligencia, optimismo y amor hacia lo que hacía y hacia la vida misma, con un fino sentido del humor y con bellos ojos azules a los que no se les escapaba un solo detalle en sus clases y ensayos, convertidos todos en clases magistrales. Así recuerdo esos ojos que cerraron otro día 27, pero de julio, a los 98 años.
Gracias a él, a Fernando, tenemos una sólida Escuela Cubana de Ballet que traspasa la capital del país y sus fronteras. Gracias a él tenemos un Ballet Nacional de Cuba, gracias a él tenemos un Ballet de Camagüey, y en mucho, gracias a él contamos con un público sabedor de este difícil arte. Por eso y más, gracias Maestro. Usted es de los inmortales, de esos que con su huella dejan un pedacito de sí en tantos y tantos imposibles de mencionar.
Por eso le digo algo que he reiterado en varias oportunidades; una vez le pregunté, ¿Si volviera a nacer? y con esa agilidad que lo caracterizaba me respondió: “Haría exactamente lo mismo que he hecho hasta ahora, aunque claro, con algunos arreglitos”, ocasión en que no quiso confesarme cuáles por si acaso vivía 90 años más; estoy segura de que sin ser una persona perfecta, pues no sería creíble, si un día vuelve a nosotros estos no serían muchos, y como dijo entonces es obligado evocar que tenía tres cosas muy claras: “Mi amor por las damas, la admiración por el arte de la danza, y mi dedicación y amor por mi Patria, esas no las cambiaría nunca”. Y así fue.
Agradezco a Fernando por mantenerme en su círculo de amigos, de esos, que aunque tratáramos de Usted, lo sentimos como si nos perteneciera.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Llevo en mi alma la música cubana




Orestes Vilató con los timbales diseñados por él y que llevan su nombre.
Si quien lea esta entrevista ha hecho su entrada al blog en otras ocasiones sabe que quise y admiré a mi padre de una manera muy especial. Esto no es por gusto. Solo que él se encargó, al igual que mi madre, de que supiéramos acerca de nuestra familia, y no solo de esa que tenemos al lado en el día a día, sino de toda, cerca o lejos, conocida o no.
Digo esto, porque él, mi padre, se encargó de que estuviera al corriente acerca de un ser extraordinario, ese que se llama Orestes Vilató Misa, diez años mayor que yo y al que no recuerdo haber visto durante mis dos primeros años cuando él un día cambió la geografía de su vida. Ahora supe que su segundo nombre es Domingo.
El papá de este Orestes, con igual nombre, era primo hermano del mío, quien con orgullo decía: “Él es cantante de ópera” y seguidamente se preguntaba: “¿Cómo aceptaría eso de que su único hijo fuera percusionista?” ¡Ah!, también me comentó que ese estelar percusionista estuvo en Cuba en la década del ’70 por cuestiones de trabajo y seguro por eso no se dio un saltico hasta su Camagüey.
Así fueron pasando los años hasta que llegó la era del ciberespacio y un buen día, sí, porque fue un buen día encontré a Orestes en la red de redes, ese virtuoso de la percusión y ni corta ni perezosa puse manos a la obra y le escribí. Confieso que le envié un mensaje bastante protocolar, con cierta distancia y le comenté tímidamente que mi hijo estudiaba violín en la Escuela Vocacional de Arte Luis Casas Romero, de la (su) ciudad de Camagüey, y ahora revelo que luego de leer tanto de su obra artística y su fama no esperaba respuesta. Le puse en el asunto entonces: De una Vilató camagüeyana.
Para mi sorpresa, Orestes, ese músico de tanto prestigio internacional me respondió enseguida, con un desenfado y una alegría expresa que me hicieron pensar, y lo corrobora ahora: es una persona sensible, sencilla y familiar. Así apareció en mi vida y así continúa siéndolo. Cuando nos pasamos unos breves días sin saber el uno del otro, nos escribimos para decirnos: “Aquí estoy, aquí sigo”.

viernes, 24 de octubre de 2014

Mucho, mucho, mucho…


 

Hoy 24 de octubre los recuerdos vienen solos. Cada día de este mes era un suceso familiar: el cumple de mi padre. Ya 107 años sería mucho pedirle a la vida, pero que me critique la vida yo quisiera tenerte, como mismo me dijiste al llegar a los 92: “Quiero vivir 92 más”.

Pero como las cosas no son como uno quisiera tengo que conformarme y apelar a los recuerdos, esos que no se olvidan sobre todo los más alegres. Ya tengo bastante con no tenerte para encima rememorar  pasajes tristes. 
Como un mes antes de partir me dijiste: “No te preocupes, donde quiera que esté voy a estar bien”, con eso me consuelo. Al decirme esa frase imagino viviste sin remordimientos ni asuntos pendientes. Tus memorias, escritas de tu puño y letra hablan por sí solas de esa linda niñez y juventud que tuviste. Recuerdo en una de sus partes cómo confesaste que estabas en la casa del campo de Papá Rafael, tu abuelo materno, y para hacerte regresar a casa mis abuelos tuvieron que comprarte un caballito. Te encontrabas encantado en ese sitio donde, según tu inocencia no hacía falta el dinero porque ibas a las tiendas, comprabas y solo anotaban, ¡pobre abuelo!

domingo, 31 de agosto de 2014

…al pie de la queratitis



La imagen del radio antiguo fue tomada de Internet.
Como no pretendo hacer de este escrito un reportaje ni cosa por el estilo, me limité a colocar los puntos suspensivos y que cada lector, si lo consigo, piense lo que quiera.
Desde el 5 de febrero del año actual me diagnosticaron una queratitis en ambos ojos que me mantuvo muy incómoda por espacio de seis meses. Todavía me cuido y no exagero con la computadora, dejé de usar los lentes de contacto, por si acaso.
De pronto el médico especialista en Oftalmología me dijo: “No puedes, no puedes, no puedes…” y todos estos no puedes  estaban muy relacionados con mi rutina del día a día como: escribir, sentarme a hacerlo en la computadora, leer, ver la televisión, entre otras cosas, con el añadido de estar pendiente de los horarios para echarme los colirios, las lágrimas artificiales, muchos de los cuales rechacé por reacciones alérgicas, en fin…, un cambio de vida de golpe y porrazo.
Este cambio me afectaba más en unas cosas que en otras, por eso tenía que buscar recursos alternativos que llenaran mi vida sin tanto estrés.

domingo, 15 de junio de 2014

Pipo: es tu Día

En la foto, mi padre un 8 de junio, Día del Abogado, se dirigía a sus colegas en el parque Agramonte de Camagüey.

Hay ocasiones en que pienso mucho qué escribir y qué decirte. Hoy no ha sido así, pero me propuse hacerlo con optimismo y con buenos recuerdos. No es justo que pase por alto este Día de los Padres, cuando a ti no se te escapaba una fecha importante que estuviera relacionada con la familia o tus amigos.
Por eso creo siempre estoy pendiente de las personas que amo, tanto de la familia como de los amigos y amigas. Dice Doris Vasconcellos Vilató, mi prima y amiga a la vez, que soy la relacionista pública de la ralea.
Eres, como siempre en presente, una persona optimista, por eso, creo, gozaste de una felicidad incalculable en cada etapa de tu vida. Yo no lo soy tanto como tú, más bien me considero término medio.

domingo, 11 de mayo de 2014

Mima: Mi beso de hoy



 Como estuviste en este Mundo hasta muy poco, hace apenas unos nueve meses, he escrito menos de ti que de Pipo. Hoy, Día de las Madres, que para mí son todos, me pregunto cuándo comencé a pensar en La Parca, esa que viene cuando quiere y se lleva a quien quiere, sin previa consulta para saber si el elegido (a) lo merece o no. De haberme preguntado estarías aquí, conmigo. Comencé a pensar en esa, incapaz de discernir entre quién lo merece y quién no, al cumplir ciertos años y empezar a perder seres, no solo queridos, sino buenos. Por culpa de ella, de La Parca, hoy es la primera vez que no nos besamos con esa especialidad que ofrece este Día. Al meditar como madre sé que siempre pensaste que mis besos, como los de mi hermano, te hacían mucha falta, y no lo dudo, pero ¿puedes creer esto?, la más necesitada era yo, imagino que mi hermano también. Sentía una seguridad infinita cuando hacías gala de mamacita insustituible.
  Hace apenas unas tardes escuché por la radio que era muy bueno olvidarlo todo y empezar a vivir el presente día a día, por supuesto, sin fórmula incluida. Que me perdone la especialista, pero ¿de qué manera sabríamos hacia dónde vamos sin conocer de dónde venimos? ¿Cómo podría yo olvidar a mi Madre?, además, ¿a Santo de qué? Más bien doy gracias por recordarla.
  Mima, no por llevarle la contraria a esa especialista rememoro hasta con gracia cómo tú y yo nos velábamos para mostrar ciertos celitos. Yo estaba a la caza de cualquier desliz tuyo para decirte que preferías a mi hermano; y tú cuando me oías: “Pipo, abróchame la bata”, o “Pipo desenrédame el pelo”, esto último al lavarme la cabeza y como lo tenía a la cintura me era más cómodo que otro lo hiciera.
  Esos detallitos querían decir que estábamos pendientes la una de la otra, y al hacerme adulta comprendí, además, que en momentos de tanta paciencia como el de desenredar ese pelo largo tú hacías de todo en casa para darnos gustos y nada de trabajo. Gracias a eso soy tan mala cocinera, gracias a eso no soy una buena ama de casa, gracias a eso he pasado un poquitín de trabajo para ser más hacendosa. Eran tus palabras aquellas de: “No quiero que pasen trabajo, ya les tocará”. Por eso asumo tales labores sin entrenamiento de juventud.
  No recuerdo el día exacto, imposible, pero nos enseñaste a despedirnos con un beso cada noche antes de ir a la cama, usanza que trasladé a mi hogar y en cada uno antes de acostarme te siento un poquitín más cerca, me hago la idea que estás ahí. 
  Ahora busco en tus cosas y encuentro una letra casi perfecta, esa que te enseñaron en tu y después mi escuela María Auxiliadora, con una caligrafía impecable, digna de ser retomada en estos tiempos.
  Hay carticas dirigidas a Pipo cuando por cuestiones de trabajo estaba un tiempo en La Habana y le decías: “Seguro las de Cuqui te gustarán más”, otro atisbo de celito, y así escritos relacionados con recetas de cocina hasta descubrir esa de la panetela con nata de leche, único dulce por el que se me ha hecho la boca agua, como decimos por acá. 
  Prefiero recordarte así, vital, cuidando de Pipo, muchas veces sin él necesitarlo tanto, queriendo con locura a mi único y amado hermano y sí, no se me había olvidado a mí también. O cuando nos enfermábamos y dormías con nosotros, o mejor, te acostabas con nosotros porque no cerrabas un ojo para velarnos la fiebre, darnos la pastilla oportuna…
  Me veo paseando —los cuatro junticos— y tú atenta a que no miráramos para dentro de las casas o a que dijéramos: “ya almorzamos” o “comimos”, según el caso, si nos preguntaban al hacer una visita. Fuiste sagaz frente a esa educación de cuna que no se aprende en Universidad alguna; no obstante, incluyeras de vez en vez aquello que me molestaba como: “Hoy no vas a esos 15 porque no eres arroz blanco”. Así de sencillo.
  Pienso en otra de tus adoraciones, tu primera nieta: Grétel. Esa pequeñina que ya tiene sus 30 y llegó a nosotros como trayendo el Sol encima, así la recibimos todos. Luego llegó Orielito, mi hijo, al que veías perfecto y al único que le confesabas dónde guardabas tu dinerito: “Por si acaso”. 
  Así fueron llegando tus seis nietos hasta que Rafelitín llenó tu copa de amor, ese que vivió a tu lado hasta tus últimos días y defendías con o sin razón por todo y de todos. A él lo disfrutaste hasta que perdiste tus facultades mentales, algo que prefiero no recordar.
  Hoy me preocupo y no sé si te correspondí como hija todo lo que mereciste, pero tú debes saber que fuiste una Madre insustituible.
  Me despido con un beso, el de siempre, con el mismo amor y te digo más, te necesito y amo tanto que aún no estoy preparada para más recuerdos, ¡hace tan poco!


NOTA: No sé qué sucede en el blog, me desapareció la foto y no me deja colocar otra. Cosas de las nuevas tecnologías!!!!








   








miércoles, 23 de abril de 2014

Gabriel García Márquez: el culpable



Quizá sea un poco tarde para hacer unas breves líneas por ese grande de las letras que es, así, es: Gabriel García Márquez (Aracataca, Colombia, 1927-México, 2014). La demora no tuvo otra razón que cierta inseguridad de escribir acerca de alguien que no conocí y pareciera que sí, de alguien del que tal vez todo está dicho y pareciera que no.

De cualquier manera a su ingenio le debe el nombre este blog; él fue el culpable de que con la más mortal de las modestias lo titulara así por el respeto y admiración que siento por este hombre que con su Crónica de una muerte anunciada, novela publicada en 1981, advirtió desde la primera frase: "El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana..."

lunes, 31 de marzo de 2014

Cumpleaños y estaciones




En la foto de mi colega Orlando Durán, Orielito (a la derecha), acompañaba como solista al Maestro Evelio Tieles, ese que hace sonar al violín como los Dioses.


Lo más natural de este mundo es hablar de celebraciones cumpleañeras acompañadas de dulces, alguna comidita fuera de lo común y una que otra bebidita. Algo así como un gustazo anual. ¡Ah! y los consabidos regalos.
Esta vez, hoy lunes 31 de marzo, cuando Orielito, mi hijo, llega a sus lindos 25 años y yo 35 más que él para que no suene tan rudo el golpe, ese que todos queremos recibir, pero que nos lleva de la mano a la meditación y no es de esa manera tradicional el tema central. 
El regalo especial que le hice a él fue un pequeño disgustico por permanecer en la computadora con esta queratitis (experiencia sobre la que pienso escribir en unos días) y que no me suelta.
Los días de claustro obligado me han hecho pensar demasiado, algo que no me ocurría cuando arribé a la edad de mi hijo y creo que por estas jornadas rompí récord de mis recuerdos, muchos de ellos geniales y repetibles, si tuviera la posibilidad; sin embargo, otros los borraría del mapa de mi vida, que no es nada interesante, pero es mía. ¿Algo que repetiría sin pensarlo?, a mi hijo, no me queda ni un ápice de duda.
Es mi costumbre conversar mucho con él, le cuento cosas impensables para otras personas y me da la sensación de que siempre soy comprendida y estos casi dos meses metida en casa han propiciado un aumento enorme en eso de echar un párrafo entre nosotros. Él me anima, trata de elevarme la estima y pareciera como si no encontrara defectos en mí. Eso es lindo, que no solo lo miren a una sino que la vean con ojos de hijo.
Y quizá quien esté leyendo piense ¿cuándo viene lo contrario? Sobra decir que Orielito, ese que me regalé en mi cumpleaños 35 es mi vida misma. Estoy segura de que él es mejor de lo que yo hubiera logrado, o sea, lo es por sí mismo y eso me regocija sobremanera. No es ceguera maternal, lo juro.
Entre tantos pensamientos y habladurías que ocuparon espacios de horarios laborables llegué a la conclusión de que la vida es un momento y el tiempo no te deja regresar y como me gusta la música buena, sea popular o la llamada culta y Orielito es violinista, además, me pasan cosas especiales.
Él estudia por estos días La Primavera, del italiano Antonio Vivaldi, una música verdaderamente bella y coincidió que escuché a alguien decir algo así como que sentía que se le iba el otoño y entraba en la etapa del invierno. Aquella frase me sobrecogió con melancolía y me pregunté, ¿entro en el otoño o el invierno? Pensé en un frío escalofriante, de esos que no he sufrido nunca gracias a lo tropical de mi Cuba, con rapidez me animé y llegué a la conclusión que imagino era semejante a lo sentido por Vivaldi al dejar a la posteridad sus Cuatro Estaciones, esas que no se hacen notar aquí donde vivimos un eterno verano.
Si A. Vivaldi escribió magistralmente en sus partituras: El Verano, La Primavera, El Otoño y El Invierno y todas son diferentes e iguales a la vez si de belleza musical se trata, pues entonces así debe ser la vida. Ya sea el otoño o el invierno tiene de bueno que ya llegué. Ojalá mi hijo y yo que celebraremos juntos por obligación, estemos donde estemos, encontremos la estación de la vida con la belleza del instante que nos toque.



                                                                          


miércoles, 5 de marzo de 2014

A los lectores y amigos:



Entro en el segundo mes de reposo por causa de una queratitis en ambos ojos. Por ese motivo abandono mis blogs hasta tanto esté bien de salud. Mis cariños, Cuqui