lunes, 14 de diciembre de 2015

Augusto Enríquez y su siembra de amor



Nunca antes había sentido esta dicotomía. Sé de antemano qué post publicar en cada uno de mis blogs. En esta ocasión no ha sido así y decidí colocarlo en los dos, entre ellos no puede haber celos. El propósito tampoco fue dar el “palo” periodístico como solemos decir y hacer, tanto así, que el hecho ocurrió ayer y lo escribo hoy.
La tarde-noche de domingo resultó espectacular, ese es mi calificativo, muy modesto, por supuesto, luego de disfrutar en el teatro Principal de Camagüey, de Augusto Enríquez Hernández, ese cantante que canta, sí, porque no todos lo hacen de esa manera, con el Maestro Enrique Pérez Mesa, director titular de la Orquesta Sinfónica Nacional, en esta ocasión, batuta en mano frente a su homóloga camagüeyana, las letras de Silvio Rodríguez, llevadas de la mano de manera “sinfónica”, y un público que sabe a quién aplaude y cómo lo hace, de corazón y con el alma en casos así.

domingo, 6 de diciembre de 2015

¿Vela de qué?



Lo primero es disculparme, ¿con quién?, con este blog al que tengo abandonado desde, bueno, no importa, ya estoy de vuelta, y él sabe que lo quiero.
Como casi siempre para esta fecha en que se acerca el fin de año son muchos y muchos los recuerdos, esta vez no ha sido la excepción. He conversado varias cosas alrededor de mis padres y este cuentecito que hacía mi papá se los comparto.
Confieso que no sé de dónde lo sacó, si fue del gremio de abogados, profesión a la que dedicó toda su vida, la verdad no sé. La cuestión es que él decía que un individuo —así, individuo, modo de decir que utilizaba a menudo—, fue condenado a muerte por asesinato.
A ese hombre alguien lo “bautizó” como: Vela de muerto. Desde que llegó al mundo de los vivos por dondequiera que pasaba le gritaban: ¡Vela ‘e muerto!, ¡Vela ‘e muerto!
Y un mal día se obstinó, agarró lo primero que pudo y zassssssssssss, le arrancó la vida a ese que gritaba sin el menor pudor ni ánimo de controlarse.
El día del juicio, el abogado defensor comenzó su alegato así: “Señor presidente, señores del jurado”, y volvía: “Señor presidente, señores del jurado”; y otra vez: “Señor presidente, señores del jurado”; una y otra vez, hasta que…No, ustedes, los lectores, no se aburran, lean el final, ¿ok?, este no es el cuento de la buena pipa.
Qué imaginan que sucedió, pues ni corto ni perezoso el presidente del tribunal se dirigió en muy mala forma al abogado de la defensa y le dijo: “Doctor, ¡por favor!, acabe de una vez, ¿qué le sucede?, ¿hasta cuándo tendremos que escuchar lo mismo?"
El abogado de la defensa respondió satisfecho: “Usted está alterado porque repetí lo mismo solo unas veces, ¿se ha puesto a pensar cuánto ha soportado mi defendido?, Toda una vida y se cansó!!!!"

sábado, 19 de septiembre de 2015

Mi peor castigo



La llegada de su Santidad el Papa Francisco a Cuba me ha traído ciertos recuerdos. Hoy veía el suceso por la televisión y su traslado por la capital de todos los cubanos y me decía, sí, es un hecho histórico, y salvando las distancias, comencé a evocar cual suerte de retrospectiva un pasado vinculado a mí y que quedó para siempre en mi memoria.
Antes de describirlo confieso que hoy me arrepiento de no llevar desde pequeña un Diario, ese que tanto se usaba por aquellos tiempos, pero que siempre temí al día que no estuviera y personas, incluso desconocidas, supieran pormenores de mi vida; sin embargo, ahora, en parte por mi profesión e inclinación a las letras voy escribiendo y colocando en el ciberespacio como una especie, quizá, de catarsis o de no sé qué, pero lo hago sin importarme qué piensen los demás, y sí llevando un poquito de valores, de ética y de todos esos detalles, al parecer pequeños, pero que hacen grande un amor como diría la canción, eso sí, verdaderos siempre.

jueves, 3 de septiembre de 2015

Oliva, ¿médico o amigo?



El Profe Oliva con su esposa Teresita.
Las dos cosas. Conocí a este hombre, para mí y otros, fuera de liga, allá por el 1982. Primero por cuestiones de mi trabajo en el Centro Provincial de Higiene y Epidemiología, en el entonces departamento de Educación para la Salud, época de mi vida que a veces paso por alto, no por ingratitud, sino porque solo fue por un año.
Y digo así, solo fue por un año; sin embargo, me proporcionó la dicha de conocer para siempre al Dr. Manuel Oliva Palomino, un pediatra a respetar y un amigo, y aunque es de los que trato de Usted, es de los entrañables.
Cuando me inicié en la atención del sector de la Salud, a finales de 1984 o inicios del ’85, Oliva se convirtió en mi Profe particular y aún lo es, pese a sus casi 80 años.
Tuvo a su cargo el Programa de Atención Materno Infantil (PAMI) a nivel provincial, sin dejar a un lado su asistencia médica.

martes, 1 de septiembre de 2015

La Vigía, ¿mi ciudad?



Foto/Orlando Durán Hernández
Hace unos meses atrás me propusieron la oportunidad de comparecer en un programa de la televisión local, específicamente relacionado con mi ciudad, esta, mi querida Camagüey, de Cuba. El director y realizador: Gustavo Pérez, para mí el de mayor trascendencia aquí y que por su impronta ha traspasado las fronteras, incluso, del país, con sus excelentes ofertas, fue el mayor responsable, el de la idea y a quien le agradezco su deferencia, algo que no sé si le dije en su momento.
Primero vino el nerviosismo. Llevo una vida entera en los medios de comunicación, pero las luces y cámaras no son mis fuertes, siento un friecito inevitable; luego, al pensar en mi ciudad, le daba vueltas al asunto y solo se me reflejaba el reparto de La Vigía, en imágenes y remembranzas, ese pedacito de mi Camagüey era mi prioridad.

domingo, 2 de agosto de 2015

¿Papeles son papeles, cartas son cartas?


Busco algo y me encuentro con parte de mi pasado, un pasado lindo, de ese que me gusta recordar y comparto, máxime a estas alturas en que las comunicaciones han dado un vuelco entonces impensado y que me ha hecho comparar lo real maravilloso de este mundo.
Corría el año 1967 y yo con mis cortos trece años tuve que separarme —como el resto de la familia— por un tiempito (como decimos por aquí), aunque no muy largo, de mi padre. Él por cuestiones de trabajo fue a La Habana y desde ese hotel que tanto le gustaba y nos gustaba, el Nacional, escribía y recibía la correspondencia que luego guardó con celo y hoy cuido.
Aquellas cartas, demoradas a veces, perdidas otras, pero siempre con un embrujo especial a su llegada, las abría con ansiedad, esas y otras de mi tía Llilla, primero de La Habana, luego de un poco más lejos —España—, pero todas con un lenguaje sincero y de infinito amor.

domingo, 31 de mayo de 2015

Como a una cucaracha



Foto: Oriel Trujillo Vilató

El propósito de hoy es un testimonio, más bien, mi testimonio en el Día Mundial Sin Fumar. A quienes me conocieron después de 1976 les cuento y no lo creen. Me refiero al nocivo acto de fumar. Cuando les digo que fumé poco tiempo, aunque con intensidad, dicen: “No lo parece”, “no tienes tipo de fumadora”, o sencillamente otros se alarman y comentan: “¿Tú, que eres tan alérgica?, ¿cómo pudiste?
Pues sí, en mi juventud, en un período de Escuela al Campo algunas de mis amigas fumaban y me dieron a probar. La primera vez confieso que me ahogué con aquel Popular y hasta mi mareíto me dio. Luego, con tal o más cual excusa continué “probando” y me gustó.

viernes, 29 de mayo de 2015

¿Qué dijo?


Recuerdo desde muy pequeña que conocí a varias personas nacidas en España y llegaron a Cuba siendo unos niños. Me llamaba la atención cómo el paso de los años nunca les quitó la zeta en su pronunciación. Lo mismo me ocurría con unos vecinos oriundos de China, ellos hablaban el español, mas con un acento diferente.
También rememoro algunos pasajes en que le hacía un comentario a mi padre y le agregaba: ¿tú me entiendes? Él con mucha agilidad me respondía: “No soy tan bruto”. Ya sabía que no podía repetir aquello.

domingo, 10 de mayo de 2015

Mi primer tesoro


Algún deseo le pedía Grétel al Caballero de París.

Estoy segura de que mi madre, dondequiera que esté sabrá perdonarme que hoy, su Día, se lo dedique a Grétel, esa que he dicho en otras ocasiones entró a nuestro hogar como si llevara el Sol encima. Y no miento. Mi hermano y Digna, su mamá, nos dieron a esa niña el 19 de octubre de 1983. Me parece mentira, hace ya 31 años.
Cuando supe de ese embarazo me lo cogí para mí como decimos en buen cubano. Soñaba con esa bebita y no miento si digo que nació ¡bella! Una recién nacida que parecía pintada o hecha a mano, con unas facciones muy bien definidas, las cejas lindas, los ojos lindos. Al menos para todos nosotros, incluyo a mis padres, era la niña perfecta.
Fueron pasando los días y me creí que Grétel era mía, lo creía de veras. Si enfermaba yo no dormía, si lloraba me despertaba, como le sucede a una madre. Así fue pasando el tiempo, vivíamos juntos todos, como “tres en un zapato”, y cuando tuve la posibilidad de tener mi casa la traje conmigo.
Salíamos a cualquier parte y Grétel era nuestra relacionista pública. Se paraba, hacía amistades y venía y nos las presentaba, parecía una persona mayor. Si comíamos en un restaurante se nos adelantaba y le decía a las personas antes de comenzar: ¿Gustan? Si la llevábamos a un cumpleaños no entraba en la piñata para cuidarse la ropa y los zapatos. Era y es, por supuesto, un encanto.

sábado, 2 de mayo de 2015

¿Frustración?, no



Hace días le doy vueltas a este asunto de cambiar en alguito mi perfil de este blog, pero quienes han tenido la gentileza de interesarse y leerlo merecen una aclaración.
Resulta que con apenas siete años comencé mis estudios de ballet, con esa queridísima y recordada Profesora Vicentina de la Torre. La idea fue de mi padre, él era amante de la Cultura toda, por supuesto, la que a su modo de ver era la mejor. Mi madre no estaba muy convencida de que fuese una buena idea, tenía un poco de prejuicios al respecto, en los que mi padre nunca creyó.
Gracias a que, imagino, se pusieron de acuerdo comencé mis clases. Empecé una nueva vida, linda sí, trabajosa a la vez. Llevaba, como todas las niñas que compartían conmigo, una doble carga. Los estudios, más esa cansable dosis de clases y ensayos, de los cuales una vez leí que un bailarín gastaba la misma energía que un cargador de vigas de acero durante ochos horas, ¿se imaginan?

martes, 28 de abril de 2015

Un charquito



Lindo amanecer captado desde mi balcón, pero luego ¡Qué calor!

En mi etapa de niñez, adolescencia y juventud no sé qué pasaba. Prefería el calor ante el frío, este me provocaba una alergia tremenda. No cesaban mis corizas o intensa tos, incluso, no solo en época de invierno, sino por el simple andar de un ventilador y si de aire acondicionado se trataba, mucho peor.
Si iba a un hotel por nada dormía con el “aire” puesto. Lo apagaba al entrar a la habitación y dejé pasar esa oportunidad irrepetible de comprar un aire acondicionado en las tiendas. Ahora, ni pensarlo, no está al alcance de quien viva de un salario.
Por estos días que escucho frases de especialistas relacionadas con el exceso de calor que estamos viviendo, junto con los vientos del Sur que empeoran la situación, pues al entrar a tierra se calientan aún más y se comprueban termómetros que marcan casi hasta 38 grados Celsius, me doy cuenta de que mi vida ha cambiado.
Con el paso de los años me molesta el calor de una manera tremenda. Toso por el calor, me despierto en la madrugada por el calor y hasta me mortifico por el calor. Enorme problema en un país como este donde lo único que sobra es precisamente eso: el calor.
Creo que al astro rey se le está yendo la mano. Las consecuencias del Niño hacen sus estragos y pienso qué será de nosotros en los meses de julio y agosto, ¡por Dios! Si haces  andar el ventilador el aire es tan caliente que no sabes qué es mejor, si dejarlo o apagarlo.
Si acaso ven que no escribo en este, mi querido blog, seguro es que me he convertido en un “charquito”, me derretí y los charquitos no escriben, así de simple.