viernes, 8 de julio de 2016

Uno de los sustos de mi abuela Celia


Imagen tomada de: www.guiainfantil.com
Razón tuvo Félix Varela cuando expresó: “Si conducimos a un niño por los pasos que la naturaleza indica, veremos que sus primeras ideas no son numerosas; pero sí tan exactas como las del filósofo más profundo. Hablemos en el lenguaje de los niños, y ellos nos entenderán”. Al encontrarme con esto, por azar, recordé lo que hoy comparto.
Me contaba mi padre que su hermano René, a quien le decíamos Nené, nació en marzo de 1918, ahora no recuerdo el día exacto, y mi tía Celita, el 19 de mayo de 1919, ella tiene unos lindos 97 años. Le decían la niña porque de ocho hermanos, hasta su nacimiento ya eran cuatro varones y ella era la única hembrita.
Vivían entonces en el reparto La Zambrana, de la ciudad de Camagüey, y entre las tantas historias de una familia, muy bonita para mi gusto, les cuento esta.
Celita permanecía en su cuna, era muy pequeñina, y mi abuela le encomendó una tarea a mi tío Nené: “Ve y dale una vuelta a la niña”.
Él partió raudo y veloz, creo que hasta se sintió importante, tan pequeñito, casi igual que su hermanita, había recibido una orden vital.
Fue hasta el cuarto, estuvo un ratico junto a Celita y al parecer nada especial ocurría, pero para sorpresa de mi abuela Nené regresó y le dijo muy preocupado: “Mamá, la niña tá jeringá”.
MI abuela corrió a ver a su hija, quién sabe todo lo que pensó durante minutos, quizá segundos hasta llegar al cuarto, en efecto, mi tío había cumplido al pie de la letra; se encaramó como pudo, pues no alcanzaba hasta su hermanita, la cogió y le dio la vuelta, así literalmente, y luego no pudo enderezarla, estaba hecha un rollito, en una palabra: jeringá.

viernes, 1 de julio de 2016

De San Juan a San Pedro


Al asomarnos desde nuestras casas encontramos este urinario en el Palacio de los Deportes a pleno día que "adornó" el entorno "a pululo", como diría Ruperto el simpático personaje del programa humorístico Vivir del Cuento.
No recuerdo que alguien de mi familia se llame Juan; sin embargo, el 24 de junio, Día de San Juan, sí ha sido un suceso en la ciudad de Camagüey, Cuba, desde que tengo uso de razón, mas el 29 de junio, día de San Pedro lo celebrábamos en familia, así se llamaba mi abuelo paterno y el hermano mayor de mi padre. Ahora veo esos festejos de una manera diferente.
Espero no me endilguen que pretendo olvidar la historia cultural, sé que la tradición viene de más atrás, pero me limito a mis propios recuerdos, prerrogativa que me ofrece, este, mi blog.
No es novedad reconocer al reparto de La Vigía parte inmaterial de mi vida. Allí pasé años muy importantes, y mi familia materna y paterna residían en él, adonde se mantiene mi hermano.
La calle Joaquín de Agüero, donde viví una etapa de mi infancia, era un hervidero entre el 24 y el 29 de junio. Los vecinos sacaban sus muebles a las anchas aceras y esperaban el paso del desfile que incluía caballos engalanados, carrozas desde y hacia donde iban a parar las serpentinas en que quedábamos atrapados.

¿Las congas?, esas para mí eran y son harina de otro costal, me hacían latir el corazón demasiado rápido, no me gustaban, ni me gustan, me daban y dan la impresión de una marcha que no deseaba ni deseo escuchar, pese a que disfruto la música, sobre todo la que considero buena, no importa el género en que la encasillen. Mi conga preferida es la más oriental, la de Santiago de Cuba, es más musical y pegajosa, y por eso no creo traicionar a mi ciudad natal. Gustos son gustos.