Hay
sucesos en la vida que inevitablemente nos traen recuerdos. Aparte de
esas memorias, incluso, nos dan la razón en ciertas maneras de
pensar y este es el caso de medidas que son adoptadas hoy como
consecuencia del coronavirus
SARS-CoV-2
causante de la
COVID-19 y
que ha puesto al mundo patas arriba.
Siempre
he dejado saber que mis padres tenían un lindo concepto de lo que es
la familia, esa iba delante de todo y así nos educaron a mi hermano
y a mí; sin embargo, nos ofrecían opiniones que a veces no se
correspondían con el comportamiento y les comento. Eso de ir todos
en masa a los hospitales a visitar a los enfermos era algo que ambos
enjuiciaban, y a la vez iban porque así somos los cubanos, aunque
a decir verdad se comportaban muy bien.
¿Qué
cubano desconoce que cuando alguien de la familia o del círculo de
amistades es ingresado en un hospital todos averiguan el horario y
los días de visitas y allí están de todas-todas?, ¿Qué
cubano desconoce que cuando alguna mujer trae un bebé al mundo
ocurre exactamente lo mismo?
Las
prohibiciones actuales de visitantes a las instituciones
hospitalarias, algo muy acertado, me han traído ciertos recuerdos.
Mi
madre fue operada de la garganta cuando aún era una niña, tenía
apenas
unos 12 años y
en este caso apelo a los recuerdos porque ella no tuvo la precaución
de escribir sus memorias como mi padre.
Contaba
que fue asistida en la otrora Colonia Española, hoy hospital
pediátrico Eduardo Agramonte Piña. La operación fue todo un éxito;
no obstante, intervención quirúrgica al fin la mantenía incómoda
al otro día.
Ella
permanecía sentadita al lado de la cama y fueron varios de sus
familiares a verla, con la suma de los otros que visitaban a sus
parientes. Hasta se reía cuando me decía que las personas hablaban
y hablaban, a veces hasta sin mirar
a los “protagonistas” que eran los ingresados, sino que
aprovechaban como una suerte de encuentro para ponerse al día por
tanto tiempo sin verse.
Mi
pobre madre que apenas tragaba la saliva por su incomodidad empezó a
ver las cosas que daban vueltas a su alrededor y ni corta ni perezosa
se fue de lado con silla y todo y cayó desmayada. Por
eso, decía a menudo: “Los enfermos no necesitan de tantas
visitas,
eso les hace más daño que bien”.
Igual
traigo a mi memoria otro testimonio, este es
mío. Cuando todavía estudiaba en el Preuniversitario Álvaro
Morell, ese querido Pre del Casino, fui
operada de apendicitis, todo fue de urgencia un sábado en que me
iría de fiesta con mis amigas a La Popular. Aguanté el dolor todo
lo que pude hasta que no pude.
En
horas de la noche cambié,
obligadamente claro, el salón de baile por el de operaciones del
actual
hospital
universitario Manuel Ascunce Domenech.
Ese tipo de intervención quirúrgica llevaba implícitos el incómodo
suero,
la incómoda sonda nasogástrica Levín, las incómodas sondas vesicales, los pinchazos para “cogerme” las
venas, que fueron 16 porque los conté y otros etcéteras que te
hacen la vida un talco,
como
decimos en buen cubano, en menos de lo que canta un gallo.
Todo
con el añadido de la anestesia general que me aplicó Armando
Hernández Rodríguez
(para
mí Armandito)
y
que después llevó su etapa de recuperación.
Pasó
la noche del sábado, el domingo y hasta el lunes me mantuvieron con
todas esas incomodidades. Tengo amigos que estudiaban Medicina o
estaban en período de internado. De hecho me recibió con mucha
responsabilidad y ética profesional en el
cuerpo
de guardia Manolín Carro, otros
me
visitaban y hasta se hacían cargo de sacar con una jeringuilla lo
que drenaba de mi levín y
este era Tony Orga,
o me llevaban libros para hacerme la vida más llevadera. Recuerdo
también
a Jorge L. Sugrañes, y no
los únicos. El
cirujano Pepe Acosta, ya fallecido, hacía su residencia y fue quien
me visitó cada día de mi semana de ingreso. Y
se darán cuenta que no les coloco el Doctor delante, no por falta de
respeto, todo lo contrario, es que algunos no lo eran aún, pero eran
amigos y así los veía. Igual
llegaron a serlo, todos con marcado prestigio.
Vuelvo
al asunto. Como es natural mis padres pasaron la noche en el hospital
y el domingo, no recuerdo a la hora exacta, llegó Raquel Pichardo,
la Nena para la familia y amigos, ella era mi madrina, esa que estaba
a mi lado en las buenas, en las regulares y en las malas. Con ella me
sentía como con mi propia madre.
Resulta
que cuando me pasaron a la Sala de Cirugía de Mujeres, con
la enfermera Olenia
Tartera como
su jefa,
a quien conocí en esa época y nunca olvidé por su linda manera de
llevar su sala con disciplina y amor por su profesión, y
que luego por razones de trabajo conocí de manera más profunda, me
colocaron en lo que llamaban una cama intercalada por falta de
capacidad, algo que gracias a Dios fue por poco tiempo. Nunca he
olvidado cómo mi pobre madrina hacía las veces de torera. Por mi
cama pasaron muy pocos visitantes, solo recuerdo a un amigo que fue
con su mamá a ver a otra paciente y al verme fue tan cariñoso que
le decía: "Viste qué linda es mi amiga!", y
a decir verdad me sentía horrible y me vería peor…
Vuelvo
al asunto. Los
visitantes de las otras enfermas parecían estar en cualquier sitio
menos en un hospital, caminaban de un lado a otro y empujaban mi
cama, así, empujaban mi cama y la Nena detrás de las personas: “Por
favor, no se da cuenta, ella está casi acabada de operar”.
Como
es natural temía que la aguja del suero se saliera de vena o se me
saliera la sonda, en fin…, todo un suceso.
Y
tengo más. Mi padre decía que imaginaba lo adolorida que salía una
recién parida, quizá era cierto que lo imaginara, pero nunca como
nosotras las mujeres que hemos parido. Aclaro que agradecí cada
visita que me hicieron cuando mi hijo nació,
fueron
a vernos quienes debían hacerlo, solo
una me molestó. Cuando esa persona llegó a mi casa, quien además
no era mi amiga, yo estaba lactando a mi hijo y por atenderla él
lloró un tin,
solo un
tin
porque enseguida ella se paró y me dijo: “Me voy, solo vine a ver
si había sacado tus ojos”. ¿Se imaginan?
Cosas
de nosotros los cubanos que ojalá sean
cambiadas por
el curso de la disciplina aun cuando la pandemia haya desaparecido...
Nota: La imagen de la niña mareada fue tomada de: https://www.pinterest.es/pin/501729214736596455/