domingo, 31 de mayo de 2015

Como a una cucaracha



Foto: Oriel Trujillo Vilató

El propósito de hoy es un testimonio, más bien, mi testimonio en el Día Mundial Sin Fumar. A quienes me conocieron después de 1976 les cuento y no lo creen. Me refiero al nocivo acto de fumar. Cuando les digo que fumé poco tiempo, aunque con intensidad, dicen: “No lo parece”, “no tienes tipo de fumadora”, o sencillamente otros se alarman y comentan: “¿Tú, que eres tan alérgica?, ¿cómo pudiste?
Pues sí, en mi juventud, en un período de Escuela al Campo algunas de mis amigas fumaban y me dieron a probar. La primera vez confieso que me ahogué con aquel Popular y hasta mi mareíto me dio. Luego, con tal o más cual excusa continué “probando” y me gustó.
Mis padres, que no tenían ese vicio, sufrían amargamente con aquello y como estudiaba siempre me aconsejaban y pedían que gastara ese dinero en algo útil, que me alimentara.
Un buen día, porque sí, fue un buen día fui a una peluquería a arreglarme las uñas. Quien me atendió era una mujer que yo consideraba mayor entonces y le vi un color fatal en su semblante. Empataba un cigarro con otro, incluso, en pleno trabajo, no podía remediarlo, era algo más fuerte que ella misma. Comencé a detallarla y la verdad, me inspiró hasta lástima; aparte de la apariencia que vi en sus manos y uñas con un color amarillo intenso, estaba muy flaquita y su olor nada agradable.
Ese 8 de enero de 1976 —nunca olvidé la fecha— me dije: “Así estaré dentro de unos años, no puedo fumar más” y hasta ese día tuve un cigarrillo en mis manos. Entonces no sabía nada de las llamadas “muletillas” que hoy se orientan como: chupar caramelos, hablar por teléfono a la hora que encendía el cigarro y otras ocupaciones para distraer la mente, porque hay una realidad: el cuerpo te lo pide. Renuncié a ver películas de noche, pasé una prueba de fuego ante la muerte de un familiar muy querido, pues una noche sin dormir “llamaba cigarro” y no lo hice, incluso comparto que se me acercó una persona desconocida y se interesó porque me veía muy ansiosa y le extrañaba que no me comiera las uñas. Le expliqué y me entendió enseguida, era un Psiquiatra.
Aseguro que dejé esa adicción inspirada por esa “estampa”, o sea, más por la apariencia que por todo lo relacionado con la salud y hoy me pregunto qué hubiera sido de mí si hubiese seguido tan dañina práctica, quizá, ni esto estaría escribiendo.
Yo, por mi parte, agradezco a esa mujer de la cual no sé ni su nombre y me inspiró a dejar de una vez aquel vicio y que hoy casi me apena confesarlo.
Aquí les dejo con datos más que ilustrativos. Vale aquello de que no basta con las apariencias, la salud, es lo primero

2 comentarios:

  1. Así mismo amiga... tal como dices y nos haces llegar a todos... son disímiles las formas que adopta el ser humano para atentar contra su propia vida. Tu anécdota me llega y créeme, pero que muy de cerca. Desde pequeño alcanzaba a ver el cómo mi tía-abuela se desgastaba con el consumo ilimitado de cigarros y el deterioro efímero de su salud… dedos amarillentos en su totalidad incapaces de sostener un bolígrafo producto a los temblores, incluyendo un olor que al menos yo no podía soportar. Hoy a ella le agradezco infinitamente por todo el cariño que me dio estando en vida y puede que hasta por esa imagen –lamentable- que me distanció del alcanzar una cajetilla a cualquiera que me lo pidiese por el simple olor que la misma -cajetilla- desprendía. Abrazos miles… que tanga muy buen día.

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    1. Gracias Adanys por tu fidelidad a este tu-mi blog. Tienes razón, a veces nosotros mismos no nos cuidamos. Por suerte, sí, porque fue una suerte, recapacité a tiempo, de lo contrario no sé hasta dónde me habría llevado.
      Triste experiencia la tuya con tu tía-abuela.
      Lo acertado fue que jamás probaras, y mi consejo, como si fuera tu mamá, nunca lo hagas. Así es mejor, no lo dudes.
      Ahorita me doy otra vueltecita por tu-mi Orilla del Mar, hoy es lunes, día de reuniones. Abrazos para ti y también, que tengas un excelente día!!!!!

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