sábado, 20 de abril de 2013

Se nos fue un amigo


Mi amistad con José Varona Labrada empezó años ha, cuando mi hijo con muy poca edad comenzó sus estudios en la Escuela Vocacional de Artes Luis Casas Romero, de Camagüey. En los inicios Orielito era alumno de Ángel Muñiz, un joven profesor muy exigente que quería a sus alumnos y sus alumnos a él.

Por azares de la vida Orielito cayó en manos de José: Jose, así sin acento, para muchos. Recuerdo con inmenso cariño cómo ante cada examen le decía a mi hijo: “Tú puedes, vas a salir bien, estás preparado”, ¿y a sus padres?, nos comentaba con mucha seguridad: “Él ha estudiado, va a salir bien”.

Esas frases que otrora parecían y lo eran, muy normales entre profesor-alumno, profesor-padres, hoy las rememoro con una especie de nostalgia, esa que provoca el vacío de un amigo que se va.


Sí, porque les he hablado del José-maestro, pero no del José músico, Concertino de las orquestas Sinfónica de Camagüey y la de Cámara y tampoco de la empatía que nos llevó más a esa actitud de la vida tan privilegiada que es la de ser amigos.

Mantuvimos una linda relación con él y su familia, con esos viejos que lo adoran y esa hija entrañable que no se separó de su lado ni un instante.

Así transcurrieron los años, mi hijo se graduó y tocaba con él en los primeros violines de la Sinfónica y pegadito a su lado en la de Cámara. Él, desde su posición seguía alentando a mi hijo hasta que lo llevó a su evaluación, siempre con un amor infinito y hasta con cierta necesidad de proteger a quien fuera su alumno.

¿Otras virtudes?, muchas. Era un hombre de 49 años, sencillo, paciente y decente, muy decente.

Así un día, antes de comenzar un concierto con la Orquesta de Cámara, de la cual fue fundador junto a su director y amigo el Maestro Juan Ramón Orol, me comenta que estaba con infección en los riñones. Esa fue la primera queja, le sucedieron otras y otras, unidas a la que más duele: la incertidumbre.

Llegó el momento de decidirse y optó por dejarse operar su riñón afectado, y de qué manera, mas todo parecía que quedaría allí, estático, sin tentáculos que le acabaran su vida, esos a los que llaman metástasis.

Ya en septiembre volvió a quejarse. No sabía explicarme muy bien qué se sentía. La Resonancia Magnética habló por sí misma y la situación era más que preocupante, aunque siempre tuve la esperanza de una recuperación y de que escucharía de nuevo su violín, ese que amaba y hacía que sus alumnos lo amaran también.

En el hospital Oncológico Maria Curie lo recibieron con los brazos muy abiertos, pero con un quehacer muy cerrado. Solo quedaba mejorarlo un poco para conquistar las batallas de los tratamientos por venir, esas que no llegaron, al menos del todo.

Lo visité como otras veces el domingo pasado. Ya José no era el mismo. Estaba desconocido, hablaba poco, no tenía fuerzas y permanecía sentadito en su silla de ruedas.

Ayer supe de su ingreso hospitalario y digo que en solo dos días el cambio para mal fue increíble. Salí del lado de su cama porque no era hora de visitas y estábamos más de cinco personas, no queríamos dejar a la familia sola.

Llegué a mi casa y al rato la noticia. José acababa de morir. Hoy, en horas de la tarde el cementerio se vio lleno, lleno de su familia, lleno de compañeros de sus orquestas, de sus ex alumnos y de los actuales. Hubo muchas lágrimas, unas más sueltas, otras como amarradas y se escucharon algunos violines. Tocó María Pérez, una de sus amigas más íntimas, quien se sobrepuso al dolor y tocó para él, para que la oyera y la oyó, y así otros y otros, hasta que le llegó su aplauso, el último aplauso que recibe un artista.




1 comentario:

  1. Hola:
    Inicio este blog con el propósito que explico en mi perfil. En el caso de este post aclaro que fue publicado en CuquiSalud.blogia.com el Hermano Mayor de este el 13 de diciembre del 2012, entre los TEMAS: Algo sobre mi vida. Originó 13 comentarios con mis respuestas.

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