viernes, 1 de julio de 2016

De San Juan a San Pedro


Al asomarnos desde nuestras casas encontramos este urinario en el Palacio de los Deportes a pleno día que "adornó" el entorno "a pululo", como diría Ruperto el simpático personaje del programa humorístico Vivir del Cuento.
No recuerdo que alguien de mi familia se llame Juan; sin embargo, el 24 de junio, Día de San Juan, sí ha sido un suceso en la ciudad de Camagüey, Cuba, desde que tengo uso de razón, mas el 29 de junio, día de San Pedro lo celebrábamos en familia, así se llamaba mi abuelo paterno y el hermano mayor de mi padre. Ahora veo esos festejos de una manera diferente.
Espero no me endilguen que pretendo olvidar la historia cultural, sé que la tradición viene de más atrás, pero me limito a mis propios recuerdos, prerrogativa que me ofrece, este, mi blog.
No es novedad reconocer al reparto de La Vigía parte inmaterial de mi vida. Allí pasé años muy importantes, y mi familia materna y paterna residían en él, adonde se mantiene mi hermano.
La calle Joaquín de Agüero, donde viví una etapa de mi infancia, era un hervidero entre el 24 y el 29 de junio. Los vecinos sacaban sus muebles a las anchas aceras y esperaban el paso del desfile que incluía caballos engalanados, carrozas desde y hacia donde iban a parar las serpentinas en que quedábamos atrapados.

¿Las congas?, esas para mí eran y son harina de otro costal, me hacían latir el corazón demasiado rápido, no me gustaban, ni me gustan, me daban y dan la impresión de una marcha que no deseaba ni deseo escuchar, pese a que disfruto la música, sobre todo la que considero buena, no importa el género en que la encasillen. Mi conga preferida es la más oriental, la de Santiago de Cuba, es más musical y pegajosa, y por eso no creo traicionar a mi ciudad natal. Gustos son gustos.

Fui creciendo y veía cómo seleccionaban a la reina y sus luceros. A las muchachas se les reconocían belleza y virtudes con respeto y recato, y aclaro esto último porque luego vestían sus trajes bien escogidos y se exhibían, si la acepción es la adecuada, con prestancia y sin perder la cubanía.
Esperábamos la comparsa de La Medicina, su coreógrafo y director era el muy conocido Ferreiro, el mismo que montaba el vals de los 15 de aquellos tiempos. Era una linda, juvenil y decente comparsa. Así transcurrían esos inolvidables días. Íbamos a la calle Capdevila de mi reparto y bailábamos al compás de famosas orquestas, luego los jóvenes nos mudamos para la calle Jaime y hacíamos una extensión de las fiestas quinceañeras porque nos ponían música grabada de la llamada “década prodigiosa”, aunque más de una vez salimos todos detrás de Filo Torres, ese trovador con alma de joven hasta sus últimos días y de su hijo, para muchos Filo igual, para mí Rafelito, quienes dirigían muy bien una conga hasta la plaza de El Gallo y después regresábamos congueando de la misma manera. Nos divertíamos a mares, !ah!, no tomábamos bebidas alcohólicas, no nos hacían falta.
No éramos perfectos, siempre lo aclaro, pero qué juventud me tocó, qué época tan especial.
Hoy sin juventud, o con juventud acumulada como quiera el lector, veo la vida de otro modo y no precisamente para bien. Desde el 2014 a la fecha, y hasta hace apenas unas horas, tengo el “premio” de un área de carnaval frente a mi edificio, con la “espalda” de la tarima casi dentro de mi dormitorio. Por esta pasan buenos músicos y otros no tanto. La estridencia le saca ventaja a los acordes, hacen temblar, así, temblar, a las ventanas de cristal y de aluminio, con ese sismo nada natural teníamos que “dormir” las familias de 71 apartamentos y de otras casas circundantes.
El desacuerdo a padecer de esta enfermedad proveniente del escándalo es casi unánime, y digo casi para no parecer absoluta, ni ofrecer la idea de creerme estar cerca siquiera de la perfección.
La noche más pasajera fue la de la presentación de la orquesta de Adalberto Álvarez y su Son; una agrupación con excelentes músicos y cantantes. Ellos no gritaron, cantaron.
Como no me considero una crítica de la música ofrezco una opinión muy personal. Si algunas de las orquestas que por allí pasaron se unieran ni cuenta nos daríamos, de todas escuchamos los mismos estribillos y el mismo tumba'o: “¿Dónde están las mujeres?, ¿dónde están los hombres? y ¡arriba Camagüey!, todo vociferado.
Quien no ha pasado por estas experiencias no se imagina qué es querer dormir y escuchar tales “estribillos” un día tras otro, sin descanso. Si todo Camagüey levanta las manos tantas y tantas veces ya tendríamos los brazos enyesados u operados, porque lo más bonito del caso es que en los centros nocturnos se anima con lo mismo con lo mismo.
En esa semana de San Juan, donde no se tiene muy en cuenta la tradición popular de antaño, era la única en que los del barrio descansábamos el cerebro porque el centro de recreación del Casino, antes la SEPMI y otras yerbas, cierra sus puertas, ¿ahora?, solo el día que recesa ese lugar.
Veremos dónde paso la semana del 24 al 29 de junio del 2017. En mi casa no será.

10 comentarios:

  1. Lamentablemente con el escudo de las "tradiciones" hace muchismo tiempo que los carnavales son un espectaculo de mal gusto de muchas molestias a los vecinos, de promoción y exaltación a la chabacanería. Pienso que es un tema, que como muchos debería llevarse a debate público, pues realmente como son hoy los veo sin ton ni son, sencillamente, algo muy negativo, MUUUYYY alejado de la cultura y las tradiciones.Nada se me parece al ajiaco espontáneo que vi de la mano de mi abuelo Ezequiel cuando yo tenia apenas 6 años y en las calles Rosario y Palma, caminando en ambos sentidos a partir de Montera, en esa zona nací yo, veíamos a los negros y blancos juntos con sus latas de aceite llenas ingredientes hirviendo, que le brindaban a todo el que pasaba, y cualquiera dejaba monedas para reponer lo sacado, en un ambiente de fraternidad, sin los efluvios mentales que el alcohol provoca. Si alguien quiere saber de los resultados de el alcohol y la violencia en los carnavales, hay dos buenos testigos: los policías y los médicos de guardia. he tenido el privilegio de ser de este grupo en los últimos 40 años, y se crea una fraternidad no escrita con la policía, como de consuelo mutuo ante la promoción de lo que he mencionado. Ojalá este escrito de Olga Lilia sirva de punto de partida al raciocinio y al dialogo, y que no tengamos temor a como ha dicho la Colunga pequeña, seamos sinflectivos con honor, prensa y pueblo

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    1. Ramón, gracias por tu opinión. Tú como yo expresaste los recuerdos, y así cada quien tiene el suyo; y si todo eso se uniera, más los conocimientos de expertos de la historia y la cultura, entonces, las tradiciones serían verdaderamente auténticas.
      Te respondo hoy porque fue cuando pude conectarme. Te reitero las gracias!!!

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  2. Cuqui muy bueno, comparto contigo las mismas malas experiencias , a mi me toco escuchar en la sala de mi casa la Avenida Javier de la vega y en los cuartos Montecarlos y Los Coquitos ,de me dices para dónde vas en 2017 ,que los acompaño. Gracias Baby Valdés

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    1. Baby, sé pasas lo mismo. Luego nos ponemos de acuerdo para pasar juntas el próximo. Gracias a ti por leer y comentar!!!

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  3. Fue una semana terrible sin poder dormir e ir a trabajar al siguiente dia,yo vivo en Cornelio Porro e/ javier de la Vega y 2da hace 43 años y jamas se les ocurrio "armar carnavales alli"eran en la Ave 26 de Julio donde no hay casa alrededor,esperemos que ademas recuerden que a 2 cuadras hay un Hospital y los enfermos tambien necesitan reposo.ademas el parque de al lado de mi casa era tambien un baño publico a pleno dia.

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    1. Tienes toda la razón Baby, y sí, estoy segura ese escándalo llegó al hospital, pobres enfermos, y piensa en otra cosa, la fuente ubicada en el Casino Campestre quitó una de las entradas a ese hospital; y al cerrar este otro acceso, es otra entrada menos y en casos de urgencias todo se complica. ¿Lo del baño público?, ufff!!! lo imagino!!!!

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  4. Cuqui, yo me solidarizo contigo. Mi niñez por supuesto fue mucho antes que la tuya. Eres una niña aun con respecto a mi recuerdo sobre ti. El día de San Pedro puse en mi muro un pedacito de tu idea, aunque llevo años fuera del terruño, pues viví más en La Habana. Un día me sorprendió el San Juan en Camaguey, y le dije a mis acompañantes, creo que estaba Yoly. "Este no es el San Juan de mi recuerdo, demasiado estruendo y borracheras en las calles" Al parecer los años redujeron a cenizas ese de tu recuerdo y el mío, donde no se necesitaba tanto bulla, ni alcohol para pasarla muy bien. Tal vez, y sin tal vez, nosotras estamos recordando algo mucho mejor, y no es precisamente porque seamos añejas. Seguimos siendo las mismas de ayer. Felicidades por tu obsequio de crónica. Me encanta como escribes

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    1. Márgara, mil gracias por leer y comentar. Puedes estar segura de que somos las mismas, ahí es donde está el quid, todavía recordamos y no por añejas, sino porque los recuerdos vuelven una y otra vez mucho más ante situaciones de esta naturaleza. Entonces no primaban los estruendos ni el alcohol y quién puede decir que no nos divertíamos????
      Ah, gracias también por tu elogio...

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  5. Qué decirte amiga??? Por correo me comentas sobre la publicación deseando no llegar a ser ofensiva con tus palabras. Por suerte siempre consigues lo que te propones. Te confieso que dada la dimensión del contexto fue leve la crítica.
    Lamentablemente vivimos en una sociedad contaminada acústicamente tanto como por desechos tóxicos derramados por seres irracionales a los poco importa el bienestar de los demás. Puedes tener por seguro que el inconveniente no es la edad sino la degradante imagen que refleja a la juventud de estos tiempos en los que se vive etiquetándolo todo. Poco importa el género dentro del que se encierre la música siempre que esta sea buena y se proyecte moderadamente.
    No solo es la semana de San Juan. Tal cual existen centros de recreación nocturna… bibliotecas por reparar que utilizan como centros recreativos… fiestas en la calle y otra infinidad de actividades realizadas con objetivo reverso al disfrute de la sociedad. Porque a semejante volumen en donde hasta la tierra tiembla es imposible disfrutar. Porque con ello ninguno se visualiza atentando contra la salud de los vecinos que necesitan descansar porque trabajan.
    Haces bien en no callarte lo que sientes y eso me gusta. Sin pelos en la lengua porque las noches están hechas para disfrutar de la forma que escojamos y no con la que nos impongan con situaciones semejantes. Perdona la extensión de mi comentario. A veces me dejo llevar y termino dándome cuenta un poco tarde. Me alegra muchísimo saberte de regreso. Dale riendas sueltas a esa musa y no le dejes escapar. Que tengas un lindo día. Besos y abrazos rompe-huesos.

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    1. Adanys, gracias mil por tu opinión y en efecto, coincido contigo; sucede que esa semana se ha vuelto tan desacertada que hace olvidar, solo por esa semana, otras variantes de agresión a los oídos y más. Sería bueno estudiar los decibeles en días así. Dicen expertos que un sonido de 70 decibeles produce efectos psicológicos negativos en acciones que requieren concentración y atención, mientras que entre 80 y 90 provocan reacciones de estrés, cansancio y alteración del sueño. Los ruidos superiores a los 120 decibeles entran en el denominado “umbral del dolor”, es decir, son insoportables!!!! Se dice que el ruido originado por una ambulancia mide 120 decibeles, y te aseguro que el paso de estas, y ten en cuenta que vivo cerca de un hospital, nunca ha ocasionado vibraciones a las ventanas del edificio, ¿qué te parece? Mi agradecimiento envuelto en besitos y otro abrazo rompe-huesos para ti, ah, veré si la musa sigue...

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