No quise siquiera repasar otros escritos relacionados con estas fechas. No quise, para no repetirme y evitar aburrir!
Sin embargo, hay ideas parecidas. Primero, por las fechas en sí; y segundo, porque soy la misma persona quien las escribe para este, mi blog, y al ser ambas inevitables los sentimientos surgen y resurgen.
No es manido ese concepto de
que al terminar un año hacemos como especie de un balance de nuestras vidas. No
es manido tampoco aquello de que recordamos a nuestros seres queridos que ya no
nos acompañarán físicamente jamás, pese a que jamás pasarán al olvido. No es manido que a quienes queremos,
familiares o amigos, y están lejos los añoramos más. No es manido que las
felicitaciones las ofrecemos, como he dicho en otras ocasiones, envueltas en un
tin de nostalgias, y aquí me repito.
Todo esto es cierto, pero
igual vivimos lindas experiencias. La familia conservada es un lujo, los hijos
—mi “niña” y mi “niño”— honestos, cariñosos y mejores
que nosotros, son más que un lujo. La familia que se agrega por nuestros hijos,
cuando se siente de verdad familia lo
es también. Por todo esto aplaudo mi 2018, no sin peros, no sin sueños
incumplidos, no sin esperanzas truncas.
Un amigo dice que disfruta a
mares las Noche Buenas, las Navidades, el Fin de Año y el Año Nuevo porque se
le antoja que las personas se vuelven mejores. Todos nos desean cosas lindas,
salud, éxitos, en fin, lo que sabemos, y sí, así ocurre. Admiro ese optimismo
de mi amigo. Siempre digo que no soy pesimista, ni excesivamente optimista, por
eso me pregunto: ¿Será que se vuelven mejores de verdad?
Ojalá así sea porque yo no
estoy muy segura. Lo necesitamos en cada rincón del planeta, necesitamos paz,
necesitamos amor, necesitamos ser más cuerdos y atesorar verdaderas familias y
verdaderos amigos.
Me voy por la variante de
que hemos vivido un año más y nos quedan fuerzas para seguir tras lo que no
conseguimos antes o buscar nuevos caminos. Necesitamos ser mejores de verdad
cada día de nuestras vidas, desde el primer día de cada año hasta el último.
Hacer el bien y recibir el bien aunque no sea ese el objetivo. No sufrir porque
otros sean exitosos, no sufrir porque otros conquisten lo que parezca
inalcanzable. Así seremos superiores.
Ser agradecidos en el seno
familiar, ser agradecidos en el círculo de amistades es una buena manera de
superarnos en calidad humana. Es por eso que cuando tropezamos con alguien que
hace más de 40 años no ves, entonces era un niño y hoy es todo un padre de
familia y te dice que no te ha olvidado, y te autoriza a que publiques un árbol
de Navidad hecho de madera con sus propias manos, porque toda la madera que
toca la convierte en arte, hace que una confíe en el mejoramiento humano.
Eso me ocurrió con Hectico, así le decíamos su familia y
yo a Héctor Molné León, quien lleva
el arte en sus venas. A él le agradezco su gentileza, pues esta vez no tuve que
buscar y rebuscar en la Internet arbolitos o campanitas repetidas. Este que me acompaña
hoy fue hecho para su familia a la que me permitió entrar y dar a conocer en mi
blog. Gracias mil a ti y a los tuyos, que al parecer nunca me olvidaron y es
algo que se agradece.
De todas maneras es
imposible abordar el tema sin desear de todo corazón todo lo bueno de este
mundo a quienes queremos y hasta a quienes ni conocemos. Que el 2019 llegue con
prosperidad, con aceptación a lo diferente, con mucho respeto al prójimo, con
mucha paz…
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